En un principio, en el siglo XX, por allí de los años setenta, la colonia estaba compuesta solo por lotes baldíos. La gente que fue llegando al lugar se conocía entre sí, y por lograron formar muy buenas amistades entre los vecinos. La mayoría de las personas de esa generación llegó como paracaidista, enterándose que se podía llegar a ese especio y hacerse de un lugar para vivir. Cuando veían que era cierto, les comentaban a sus conocidos o personas cercanas y de voz en voz, fue llegando cada vez más gente. Las personas que llegaron a estos lotes eran principalmente de Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Tabasco, San Luis Potosí y del Distrito Federal; sobre todo de Coyoacán.

Las primeras viviendas eran de lámina y madera. Posteriormente ya que todo mundo vivía de manera irregular en los predios, por fin se dio la oportunidad de regularizarse y escriturar las viviendas.

En 1987 no existían servicios y para poder tener agua, la acarreaban una vez a la semana desde Santa Ursula Coapa. Entonces pasaba el tren y la comunidad se sentía sola, aislada y tenían miedo por los asaltos.

Una vez instaladas las viviendas comenzaron a traer los servicios de agua, luz etc. Y la vida en comunidad empezó a surgir. Por eso es, que las calles no son simétricas, se fueron formando según cada uno ponía su casa o delimitaba su terreno. Jamás se tomaron medidas para las calles o los espacios públicos. Las casas eran muy austeras, no había edificios y las calles eran de piedra.

En los mercados iniciales se vendía pulque y elotes, e iba creciendo poco a poco.

Con el tiempo las rutas de acceso fueron creciendo, llegando primero el servicio de Ruta 100 conocido como RTP que en ese entonces cobrara 50 centavos y salía de San Ángel, posteriormente empezó a llegar el servicio que era denominado como “de primera” quien cobraba 70 centavos por la comodidad que decía ofrecer.

Gustavo Ortega quien vive por la calle de Tekal, recuerda que llegó joven a la colonia. “Es lógico, porque nos formamos, crecimos y ahora envejecemos con la colonia, es la representación de todas nuestras vivencias” comenta. Llegó a la colonia buscando un lugar económico donde vivir, ya que su familia no era adinerada y buscó donde establecerse para tener un espacio propio como paracaidista, casi como todos los de la colonia en sus inicios. La colonia no siempre se llamó Cultura Maya, no sabe si tenía el nombre de un presidente o un revolucionario, pero acostumbrarse a decirle Cultura Maya costo un poco de trabajo a la gente, se estableció formalmente ese nombre porque muchas personas se reunieron para pedir que se llamara de ese modo “Y como cosa rara, hicieron caso y nos la cambiaron” comenta. Existe un documento oficial que lo avala, quien lo tiene es Juan Miguel Tapia, un señor que ha vivido desde los inicios en la colonia.

Mario Martínez Esquivel de oficio estructurista, emigro a los 6 años de Iztapalapa a la colonia Lomas del Pedregal y desde ese entonces conocía lo que actualmente es la colonia Cultura Maya. A los 13 años por fin, tuvieron la oportunidad de llegar a un terreno en la colonia. En un principio su cuñado le comento que había un terreno de 1500 metros que debían cuidar y acepto. Gracias a esto el dueño quien era un señor de procedencia española, les dijo que bordearía los terrenos y 500 de esos metros serian para que Mario pudiera construir su casa. Al comienzo no había casi gente, Mario recuerda que solo estaban sus suegros, su compadre Nico y Silvano, ya todos ellos fallecidos, la única que queda viva es Lupita, quien fuera esposa de Silvano y actualmente tiene 100 años.

Actualmente existe una pista de skate, el cual represento un cambio importante porque se ocupa el espacio libre, contribuyendo a la juventud y a desarrollar su talento.