A partir de los años 80, la colonia vio llegar un nuevo éxodo de pobladores que provenían de las más diversas zonas del país: desde el Estado de México hasta Baja California Sur, pasando por Veracruz, Michoacán, Guerreo y Jalisco. La población creció exponencialmente hasta que comenzó a crearse una especie de cohesión entre sus individuos. Esto representa que había diferentes grupos de personas unidas por un elemento en común: construir una comunidad con la que pudieran sentirse identificados.

La organización comienza de forma jovial: en las fiestas vecinales –sobre todo las que remiten a fechas como la Semana Santa, Día de la Independencia, Día de Muertos o celebraciones decembrinas– los colonos compartían sus ideas, inquietudes y necesidades que, paulatinamente, se iban volviendo comunes para todos hasta que las formas de autogestión permitieron solventar esas necesidades y sobre todo, satisfacer a la comunidad con servicios básicos o de primera mano. De esta forma es que las faenas fueron pieza clave para poder construir escuelas, casas, tiendas, y demás espacios que fungieran como proveedores de servicios y bienes para la comunidad. De esta forma es cómo surge el que puede ser considerado como primer espacio de encuentro hecho por y para los colonos: los lavaderos. Éste es recordado como un “centro de reunión” donde las amas de casa acudían a lavar sus prendas y las de sus familias, del mismo modo que contaba con regaderas para que las personas se ducharan de tanto en tanto. Algo muy curioso de este espacio, es que por algún tiempo también funcionó como punto de venta de leche.

A pesar de que la autogestión fue uno de los pilares para que esta colonia obtuviera sus primeros servicios, el activismo político también fue una pieza clave para la obtención de los mismos. Entre los habitantes de la Hidalgo este es recordado como un tipo de “participación social” en donde el partidismo no estaba tan presente como en otras partes de la ciudad o el país. La misma “participación social” (ni política, ni ciudadana) fue la que logró que los ya antes mencionados lavaderos, hacia la mitad de esta década (80´s), sirvieran ahora como un centro comunitario operado por el DIF En este se llevaban a cabo acciones altruistas y de impacto positivo para la comunidad. Entre las memorias que se tiene de este DIF están aquellas que lo conectan de manera directa como un icono del Estado de bienestar que imperó en México hasta finales de la penúltima década del siglo XX.

Y es que, precisamente gracias a esta “participación social” es como también se solventaron cierto tipo de conflictos que surgían con el paso del tiempo. El ejemplo más representativo es aquel incidente en el que los vecinos de la colonia Santa Teresa (aledaña a la Hidalgo) tomaron la decisión de privatizar el bosque de Tlalpan, lo que ocasionó la movilización de los colonos de la Hidalgo y la recolección de firmas, llevadas ante la autoridad de aquel entonces para mostrar la inconformidad con tal decisión, fue el elemento que impidió que esto sucediera. Mejor decisión no pudieron haber tomado, pues aunque no operó por mucho tiempo debido a los problemas de seguridad con los animales y los niños, este mismo bosque tuvo un zoológico en el que se podían observar jirafas, avestruces, lobos y, según se dice, hasta leones y tigres. De nuevo, todo un safari en el sur de la ciudad.

Por: Iván Anduaga