Una vez que los primeros servicios comenzaron a establecerse de forma regular y recurrente en la colonia Hidalgo, en la memoria de sus habitantes se empezaron a grabar todo tipo de recuerdos y memorias que ahora forman parte del imaginario colectivo del lugar: recuerdos sobre la primaria Bonfil Batalla y la calle donde se encuentra; La Romería –nombre adquirido gracias al mercado que se establece ahí mismo cada año con motivo del día de reyes–; la feria del 15 de septiembre (también conocida como la feria de los camiones o “La Naza” debido al apellido de la familia que habitaba justo donde se hacia la feria); y la antigua fábrica de papel “Tiempo Nuevo” que ahora es un centro muy conocido por las competencias deportivas que ahí se realizan, son ahora parte importante de cada uno de sus habitantes porque demuestran la conexión que se fue dando entre ellos a lo largo del tiempo.

Entre una de las historias más curiosas que podemos encontrar en esta gran conexión comunitaria, está la que nos remite a la iglesia María Reina, misma que dirigía un sacerdote de nombre Arturo que, desde su llegada a la colonia se apreció lo sui generis de su forma de ser. Este párroco tenía la peculiaridad de ser muy afable, muy sincero y “buena onda” con todos los fieles que se congregaban en su iglesia. Su carisma se potenció debido al vehículo “Jeep” que conducía y con el que de forma cotidiana, invitaba a todo aquel que veía por las calles y avenidas de la Hidalgo a que asistiera a misa y se portara bien.

Pese a las recomendaciones de aquel párroco, a mediados de esta década de los ochentas el surgimiento de bandas en toda la ciudad de México no olvidó pasar por esta colonia. “Los Camaleones” y “La Roca” fueron las dos bandas mayormente conocidas en la zona, y su fama se debía a los estragos que causaban en la comunidad, como el cierre de las secundarias, mercados y demás lugares, debido al clima de inseguridad que se desataba por los conflictos entre ambas. La consecuencia más grave de esto fue que se impusieran “cuotas” que los colonos debían pagar a “La Montada”, es decir, a la policía de aquel entonces que iba a caballo; que a cambio del pago procuraban la protección de los terrenos, las propiedades y demás bienes de los habitantes. Todo un zoológico urbano.

Incrustada en el sur de la Ciudad de México, la delegación Tlalpan alberga a la colonia Miguel Hidalgo, cuyas historias nos ponen a reflexionar no sólo sobre la conformación de una de las más grandes urbes del mundo; sino que nos invitan a conocer y re-conocer que, a pesar de venir de todas partes del país y no encontrar fuentes de comunión, las ganas de crear una comunidad y construir elementos de identidad siempre son más fuertes que cualquier vicisitud que se nos presente. La colonia Miguel Hidalgo posee un sinfín de historias que no acabaríamos de contar en este espacio, sin embargo , el esfuerzo realizado por todos y cada uno de los participantes en el presente nos deja una enseñanza muy valiosa: si el pueblo conoce su historia, entonces es capaz de construir un mejor presente y pensar en un futuro con esperanza.

Por: Iván Anduaga